sábado, 10 de agosto de 2013

LA MODERNIDAD LÍQUIDA EN EL MUNDO DEL TRABAJO


La modernidad líquida en el mundo del trabajo


El término “modernidad líquida” fue acuñado por Zygmunt Bauman, un brillante y original pensador polaco contemporáneo nacido en 1925. Destacado sociólogo, filósofo y ensayista.

En el presente artículo nos tomaremos el atrevimiento de realizar un paralelismo entre sus ideas y la realidad laboral actual en las empresas y organizaciones.

Analizaremos para ello algunos de sus conceptos más relevantes en función de la temática que queremos abordar teniendo en cuenta que las organizaciones son producto de una sociedad que nos induce cada vez más a generar recursos para rápidamente gastar lo que no tenemos en cosas que no necesitamos para agradar a personas que no nos interesan.

El pasaje de la “modernidad sólida” a la “modernidad líquida”

Bauman sitúa a la era moderna como líquida en virtud de que los acontecimientos y las relaciones no mantienen fácilmente su forma, no se fijan al espacio ni se atan al tiempo. La característica principal de los fluidos es que se desplazan rápidamente, emergiendo en algunos casos, de sus encuentros con los sólidos, partiendo de la base de que los sólidos pueden derretirse. Asocia la liquidez a la idea de lo liviano que implica una ágil movilidad e inconsistencia que facilita el desplazamiento. Esta idea de velocidad se asocia a la inestabilidad, debido a que el desplazamiento y el fluir impactan en las relaciones del tiempo-espacio. A diferencia de los sólidos que se encuentran arraigados a una dimensión espacial y con permanencia temporal.

Consumo vs. Consumismo.

El consumo es necesario para el mantenimiento de la vida, mientras que el consumismo es un sistema de relaciones que altera todos los parámetros de esa misma vida: tanto la percepción de los espacios como de los tiempos, la valoración de los objetos y de las actividades, la propia subjetividad sostenida en esperanzas que el consumismo induce y que no puede satisfacer sin riesgo de colapso. O el vínculo social, que se sostiene ahora sobre el andamio que el consumismo promueve y promete.
El consumismo instaura el mito del comienzo perpetuo rendido al fetichismo de la novedad. La novedad de hoy ha quedado ya inevitablemente envejecida por la novedad de mañana que ya se espera.

Satisfacción rápida con compromiso cero.

Los insistentes mensajes que a modo de anuncios publicitarios, tienen éxito en la sociedad y cultura consumista son “relaciones breves e intensas con responsabilidad nula”. Todo listo y todos listos para “usar y tirar”.

Complejidad y trabajo.

La concepción sobre el trabajo se ve atravesada por el  paradigma de la complejidad. Las prácticas y modelos de trabajo van cambiando cada vez más rápidamente en virtud de los avances tecnológicos y la globalización. La velocidad hace que los sujetos  tengan que flexibilizarse para conseguir una adaptación psico-social  y así poder crear nuevos repertorios y posicionamientos adecuados a las nuevas exigencias.
La fluidez y la velocidad son condiciones para la vida laboral es la clave para moverse en las empresas y organizaciones en dónde los empleados experimentan la permanente incertidumbre y donde las relaciones son cada vez más medidas simbólicamente en espacios y tiempos desestructurados.

A modo  de conclusión: Ser o no ser? Esa es la pregunta.

¿Quién soy? Será la pregunta adecuada para cada sujeto y para las organizaciones. En estos tiempos líquidos nos encontramos inmersos en nuevas realidades tipo red que implican marcas variables de identidad que se actualizan, cambian o se recrean en la relación con otros según el contexto.
Las organizaciones y los individuos deberán  desarrollar la creatividad y la adaptabilidad para destacarse y poder configurar nuevas identidades, dejando en el pasado una identidad rígida y cristalizada que dificulta su fluidez.



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